Vida en miniatura, conozca el modus vivendi de los insectos

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Los humanos están tan sumergidos en sus vidas que a menudo ignoran lo que los rodea en el día a día. ¿Cuándo fue la última vez que se detuvo por cinco segundos en la calle para mirar las mariposas que aletean anunciando la llegada de la Primavera? ¿O hace cuánto que ignora el trino de las aves, tal y como uno aprende a ignorar las bocinas de los autos? Aparte de la ocasional paloma que está en la calle y su mascota que le bate la cola al final del día, ¿en cuántas especies más repara a la semana? El ecosistema en el que uno vive también merece ser apreciado e investigado.

El domingo 3 de julio el grupo Ciencia Molotov organizó un evento en el espacio interactivo Pipiripi para llamar la atención de los ciudadanos a estos pequeños aspectos de la vida cotidiana que uno generalmente pasa por alto, pero que de todos modos son demostraciones de la ciencia en acción. Con actividades para todas las edades y con científicos que trabajan en diferentes áreas como conservación y biodiversidad, física, química y programación, entre otros, la feria de ciencias tuvo como propósito el enseñar a las personas a que se pongan gafas de laboratorio y abran sus ojos para ver más allá de lo que están acostumbrados.

La bióloga Rhayza Cortés, quien es parte del colectivo y una de las organizadoras del evento, afirma que “como Ciencia Molotov queremos transmitir el conocimiento. No sólo en un sentido jerárquico de ‘yo te enseño porque tú no sabes’, sino también aprender de la sociedad todo lo que nos pueda enseñar para seguir construyendo conocimiento”.

Karen Losantos, también bióloga, dice que “en esa humildad de científico, uno puede compartir el conocimiento y aprender también”. Es por eso que fueron invitados grupos como el Colegio de Biólogos, el Programa para la Conservación de Murciélagos en Bolivia, la Sociedad Boliviana de Biología Molecular, el Club Ornitológico de La Paz, el Herbario Nacional de Bolivia y el Laboratorio Boliviano de Biota y Desarrollo Biosbo a la celebración del conocimiento.

El vicepresidente del Club Ornitológico de La Paz, Rodrigo Cortez, comenta que “por más que no notemos que ciertas aves o especies están ahí en nuestro día a día, cuando empiezan a desaparecer notamos su ausencia y por eso hay que cuidar lo que tenemos”.

Esta es la esencia de los amantes de la biología; investigando a las especies es que uno aprende a cuidarlas y conservarlas.

Stephanie Torrico, miembro del Programa para la Conservación de Murciélagos en Bolivia y bióloga, asegura que este grupo sirve para conscientizar a las personas y limpiar la reputación de estos pequeños mamíferos protagonistas de leyendas. “No son los animales llenos de mitos que la gente cree, sino que también producen muchos beneficios para las personas y son dignos de cuidado y conservación”. Acota que “la ciencia en Bolivia necesita mucho apoyo… la calidad de científicos que tenemos aquí es increíble”.

Otro de los reinos animales, y probablemente el que más desapercibido pasa es el reino de los insectos. Dos grupos de entomología (una rama de la zoología dedicada al estudio de los insectos) asistieron a la feria. Expusieron insectarios e invitaron al público a fijarse en las abejas y moscas bajo un microscopio.

Jaime Rodríguez, entomólogo y biólogo, es una de las personas que intentan hacer que su área de especialidad sea más accesible para las personas y por eso tiene una propuesta innovadora con sus tours de “entomoturismo”.

“Hemos empezado a hacer paquetes de entomoturismo en los que salimos a hacer recorridos a algún área protegida de la ciudad (nosotros vamos previamente para conocer los insectos que hay) y usamos las redes entomológicas y manuales sobre el tema para explicar lo más general de insectos que hay por el lugar… hay diferentes tipos de mosquitos, mariposas e insectos del suelo”, asegura el científico. “Es como un camping pero para ver insectos”.

Rodríguez cuenta que el grupo de Biosbo y unos colegas del área de turismo tuvieron la idea de emprender con algo que nadie había hecho antes, y las personas no sólo terminan satisfechas después de una caminata, sino que también terminan aprendiendo algo acerca de los diminutos compañeros con los que toca convivir todos los días. “Nosotros explicamos quién es quién, qué hace, dónde vive, porque está ahí, y cosas técnicas como esas”.

Existen, por ejemplo, más de 1.500 especies de abejas en América del Sur. Algunas lucen más alargadas que otras, más peludas, con tonos de amarillo más intenso o más suave, e incluso sus ojos pueden variar entre especies. Todas ellas son esenciales para la diversidad de las plantas y para la existencia de flores gracias a sus habilidades polinizadoras. Velan por la nutrición de los humanos de manera directa. Sin ellas no tendríamos los colores que adornan las plantas, los sabores de la fruta o incluso las plantas medicinales que se usan cuando uno siente una dolencia.

Por otra parte y sin ir muy lejos, las hormigas también son parte fundamental del ecosistema, ya que ayudan con el transporte de nutrientes, la descomposición de la materia orgánica gracias a la aireación del suelo, y la dispersión de semillas. Incluso colaboran con la polinización de algunas flores cuyo néctar es apetecible para ellas. A pesar de que en la ciudad se encuentran mayormente las que son pequeñas en tamaño, basta con alejarse unos minutos de la urbe para encontrar ejemplares que faciliten la investigación gracias a su asombrosa proporción. Además, siempre es divertido seguir una fila de hormigas para ver qué objetos llevan a su hormiguero.

Al preguntarle sobre lo que más le gusta de su trabajo, Rodríguez responde que uno puede “encontrar todo lo que tenemos por descubrir y que está esperando a ser catalogado… especialmente en Bolivia, un país con tan amplia biodiversidad”.

Además que esta ciencia no estaría completa sin compartir sus hallazgos. “Hay insectos que nunca nadie ha visto y es muy interesante ir a buscarlos y luego pasar el dato a las personas para que se interesen… Uno piensa en un partido de fútbol y tanta gente que va emocionada. Esa misma emoción debería haber con respecto a las ferias para conocer lo que los científicos hacemos”.

Al hablar con las personas que asistieron al evento, todas llegaron a la misma conclusión: el trabajo de los científicos integrantes de Ciencia Molotov y aquellos que estuvieron invitados a la feria es vital para las nuevas generaciones. Enrique Paredes, un padre de familia, asegura que eventos como este “acercan la ciencia de manera muy sencilla a los niños y no faltan los adultos que terminamos por aprender algo”.

“Me gustaron las mariposas por sus diferentes colores y formas,” dice Sofía Lisón, quien fue al lugar acompañada por su madre Damaris, demostrando lo importante que es abrir las puertas del conocimiento y encender la chispa de curiosidad en los niños. Tatiana Miranda, una bióloga parte del Herbario Nacional, afirma que “la feria es muy práctica y muy loable para mostrar lo que hacemos”. Al fin y al cabo es como dice Miranda, “si no conocemos lo que tenemos, no podemos conservarlo”.

Los humanos están tan sumergidos en sus vidas que a menudo ignoran lo que los rodea en el día a día. ¿Cuándo fue la última vez que se detuvo por cinco segundos en la calle para mirar las mariposas que aletean anunciando la llegada de la Primavera? ¿O hace cuánto que ignora el trino de las aves, tal y como uno aprende a ignorar las bocinas de los autos? Aparte de la ocasional paloma que está en la calle y su mascota que le bate la cola al final del día, ¿en cuántas especies más repara a la semana? El ecosistema en el que uno vive también merece ser apreciado e investigado. El domingo 3 de julio el grupo Ciencia Molotov organizó un evento en el espacio interactivo Pipiripi para llamar la atención de los ciudadanos a estos pequeños aspectos de la vida cotidiana que uno generalmente pasa por alto, pero que de todos modos son demostraciones de la ciencia en acción. Con actividades para todas las edades y con científicos que trabajan en diferentes áreas como conservación y biodiversidad, física, química y programación, entre otros, la feria de ciencias tuvo como propósito el enseñar a las personas a que se pongan gafas de laboratorio y abran sus ojos para ver más allá de lo que están acostumbrados.La bióloga Rhayza Cortés, quien es parte del colectivo y una de las organizadoras del evento, afirma que “como Ciencia Molotov queremos transmitir el conocimiento. No sólo en un sentido jerárquico de ‘yo te enseño porque tú no sabes’, sino también aprender de la sociedad todo lo que nos pueda enseñar para seguir construyendo conocimiento”.Karen Losantos, también bióloga, dice que “en esa humildad de científico, uno puede compartir el conocimiento y aprender también”. Es por eso que fueron invitados grupos como el Colegio de Biólogos, el Programa para la Conservación de Murciélagos en Bolivia, la Sociedad Boliviana de Biología Molecular, el Club Ornitológico de La Paz, el Herbario Nacional de Bolivia y el Laboratorio Boliviano de Biota y Desarrollo Biosbo a la celebración del conocimiento.El vicepresidente del Club Ornitológico de La Paz, Rodrigo Cortez, comenta que “por más que no notemos que ciertas aves o especies están ahí en nuestro día a día, cuando empiezan a desaparecer notamos su ausencia y por eso hay que cuidar lo que tenemos”.Esta es la esencia de los amantes de la biología; investigando a las especies es que uno aprende a cuidarlas y conservarlas.Stephanie Torrico, miembro del Programa para la Conservación de Murciélagos en Bolivia y bióloga, asegura que este grupo sirve para conscientizar a las personas y limpiar la reputación de estos pequeños mamíferos protagonistas de leyendas. “No son los animales llenos de mitos que la gente cree, sino que también producen muchos beneficios para las personas y son dignos de cuidado y conservación”. Acota que “la ciencia en Bolivia necesita mucho apoyo… la calidad de científicos que tenemos aquí es increíble”. Otro de los reinos animales, y probablemente el que más desapercibido pasa es el reino de los insectos. Dos grupos de entomología (una rama de la zoología dedicada al estudio de los insectos) asistieron a la feria. Expusieron insectarios e invitaron al público a fijarse en las abejas y moscas bajo un microscopio. Jaime Rodríguez, entomólogo y biólogo, es una de las personas que intentan hacer que su área de especialidad sea más accesible para las personas y por eso tiene una propuesta innovadora con sus tours de “entomoturismo”.“Hemos empezado a hacer paquetes de entomoturismo en los que salimos a hacer recorridos a algún área protegida de la ciudad (nosotros vamos previamente para conocer los insectos que hay) y usamos las redes entomológicas y manuales sobre el tema para explicar lo más general de insectos que hay por el lugar… hay diferentes tipos de mosquitos, mariposas e insectos del suelo”, asegura el científico. “Es como un camping pero para ver insectos”.Rodríguez cuenta que el grupo de Biosbo y unos colegas del área de turismo tuvieron la idea de emprender con algo que nadie había hecho antes, y las personas no sólo terminan satisfechas después de una caminata, sino que también terminan aprendiendo algo acerca de los diminutos compañeros con los que toca convivir todos los días. “Nosotros explicamos quién es quién, qué hace, dónde vive, porque está ahí, y cosas técnicas como esas”. Existen, por ejemplo, más de 1.500 especies de abejas en América del Sur. Algunas lucen más alargadas que otras, más peludas, con tonos de amarillo más intenso o más suave, e incluso sus ojos pueden variar entre especies. Todas ellas son esenciales para la diversidad de las plantas y para la existencia de flores gracias a sus habilidades polinizadoras. Velan por la nutrición de los humanos de manera directa. Sin ellas no tendríamos los colores que adornan las plantas, los sabores de la fruta o incluso las plantas medicinales que se usan cuando uno siente una dolencia. Por otra parte y sin ir muy lejos, las hormigas también son parte fundamental del ecosistema, ya que ayudan con el transporte de nutrientes, la descomposición de la materia orgánica gracias a la aireación del suelo, y la dispersión de semillas. Incluso colaboran con la polinización de algunas flores cuyo néctar es apetecible para ellas. A pesar de que en la ciudad se encuentran mayormente las que son pequeñas en tamaño, basta con alejarse unos minutos de la urbe para encontrar ejemplares que faciliten la investigación gracias a su asombrosa proporción. Además, siempre es divertido seguir una fila de hormigas para ver qué objetos llevan a su hormiguero. Al preguntarle sobre lo que más le gusta de su trabajo, Rodríguez responde que uno puede “encontrar todo lo que tenemos por descubrir y que está esperando a ser catalogado… especialmente en Bolivia, un país con tan amplia biodiversidad”.Además que esta ciencia no estaría completa sin compartir sus hallazgos. “Hay insectos que nunca nadie ha visto y es muy interesante ir a buscarlos y luego pasar el dato a las personas para que se interesen… Uno piensa en un partido de fútbol y tanta gente que va emocionada. Esa misma emoción debería haber con respecto a las ferias para conocer lo que los científicos hacemos”. Al hablar con las personas que asistieron al evento, todas llegaron a la misma conclusión: el trabajo de los científicos integrantes de Ciencia Molotov y aquellos que estuvieron invitados a la feria es vital para las nuevas generaciones. Enrique Paredes, un padre de familia, asegura que eventos como este “acercan la ciencia de manera muy sencilla a los niños y no faltan los adultos que terminamos por aprender algo”.“Me gustaron las mariposas por sus diferentes colores y formas,” dice Sofía Lisón, quien fue al lugar acompañada por su madre Damaris, demostrando lo importante que es abrir las puertas del conocimiento y encender la chispa de curiosidad en los niños. Tatiana Miranda, una bióloga parte del Herbario Nacional, afirma que “la feria es muy práctica y muy loable para mostrar lo que hacemos”. Al fin y al cabo es como dice Miranda, “si no conocemos lo que tenemos, no podemos conservarlo”.

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