Fernando Salinas: goleador, salteñero y un papá genial

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“No, yo no quiero salir en las fotos”, reclama Fernando Salinas y alrededor suyo sólo recibe bromas y cariño. Sus seres queridos no le permiten huir de la escena y lo ponen al centro. El goleador tarijeño está bien enfocado y listo para ser inmortalizado en una sesión fotográfica familiar.

Al retirarse de las canchas abrió una salteñería y su hijo Nanito hizo crecer el negocio. Jugó con los mejores futbolistas del país, pero su equipo ideal es la familia.

Cuatro

La noche del martes 5 de marzo de 1991 el club Bolívar se enfrentó con el poderoso River Plate, de Argentina. Más de 45.000 personas fueron testigos de ese juego en La Paz. El equipo boliviano ganó 4 a 1 y Salinas fue el goleador. “Es el partido que más recuerdo. Me acuerdo porque los goles de esa noche tuvieron mucha repercusión en esa Copa Libertadores”, rememora el 9.

Los diarios del miércoles 6 de marzo del 91 no dudaron en señalarlo como la figura del match. Salieron pósters de él y caricaturas en las cuales tenía los ojos brillantes de alegría y su clásico cabello ensortijado. Entonces no era tan tímido con las fotos.

Repasa, casi en silencio, los cientos de goles que hizo en su carrera futbolística en busca de uno en especial, Salinas no se anima a elegir un solo éxito en su vida y elige cuatro. Luego alza la voz y comenta: “El fútbol me ha dado todo, todo. Me ha dado la alegría de conocer a mi esposa. Gracias al fútbol tenemos una vida estable y tranquila con mis cuatro hijos”.

A su lado está Maritza López, una mujer chaqueña que se ha convertido en el gran amor de la vida del popular Nano Salinas; y él es el gran amor de ella. Ya llevan casi cuatro décadas de casados. “¿Mucho aguante, no?”, bromea ella. Él le sigue el juego y dice que su esposa es como Jorge Habegger, aquel estricto director técnico que entrenó Bolívar y también estuvo en Boca Juniors.

Además del amor, el buen humor y la paciencia es el pegamento que tiene unidos a Fernando y Maritza. Y sus hijos son el éxito más grande de ambos.

Fernando los presenta con cariño: “Nanito es ingeniero civil; el otro que le sigue es capitán de la Policía, Christian Miguel; el otro es Carlos Gabriel (ingeniero civil) y la otrita es Lorena Belén. Todos profesionales. Mi hija va a salir profesional, ingeniera comercial”. Ella es modelo y muy conocida en Tarija. La buscaron para ser candidata a un reinado de belleza, pero los estudios y los afanes de la juventud pudieron más que ir en busca de una corona.

Para coronas y títulos familiares bastan y sobran los campeonatos del goleador de Bolívar y Bolivia. Eso sí, si antes Fernando era el objetivo de los fotógrafos, en la actualidad es Lorena, quien se siente a gusto con una sesión de fotografías.

Goles son amores

Fernando Salinas nació en Tarija el 18 de mayo de 1960. Es vecino del barrio La Pampa. A los 18 años demostró ser un crack con el balón y los grandes clubes del país pusieron los ojos en él. Un dirigente lo acompañó a La Paz y en su futuro había dos caminos: Bolívar o The Strongest. El celeste pudo más que el gualdinegro en el corazón del goleador.

Estuvo 13 temporadas en la Academia. Logró cinco campeonatos nacionales y resultó goleador de tres torneos. Con la selección nacional jugó eliminatorias mundialistas y copas América. Vestido con las casacas celeste y verde hizo temblar las redes contrarias aproximadamente 300 veces. Y uno de sus campeonatos preferidos era la Copa Libertadores de América, cuando el club sacaba la cara por Bolivia y él daba auténticos espectáculos.

Fue tentado muchas veces para salir al exterior; pero Bolívar era y es su casa. Le dijo no a River Plate y a Peñarol. Su corazón tiene un color y él lo dice con orgullo: “Claro que soy hincha de Bolívar, tantos años que hemos jugado allá. Yo creo que antes se quería mucho más a la institución. Uno daba todo de sí, de uno, porque quería siempre al club más que el dinero. Por eso soy hincha. Hasta ahora sigo de cerca lo que hace Bolívar y deseamos lo mejor para el equipo”.

Recuerda que iba a las prácticas temprano y se quedaba hasta después de los entrenamientos. Las veces que ganaba en los clásicos él se iba feliz y tranquilo; y cuando perdía, no… “Te quedabas como al margen de todo, sin ganas de hacer nada”, confiesa.

Compartió camerino con jugadores de talla mundial. Estaba el arquero Javier Zeoli, que jugó en la selección uruguaya; Jorge Olaechea y Jorge Hirano, titulares de la selección de Perú; Carlos Ángel López, de la selección argentina… por citar a algunos.

Recuerda que enfrentó a temibles defensores. En el podio de sus rivales está el paraguayo Eligio El cariñosito Martínez. “Eligio pegaba más que cualquier cosa, era muy rudo. Eligio jugó en Bolívar y yo lo sabía ver a él. Ricardo Fontana no pegaba tanto, él era el que ordenaba, era el caudillo”, rememora el 9 de Bolívar.

Quien apretaba los dientes y sufría con los partidos era Maritza, su esposa. “Ella no iba antes al estadio, no pisaba la cancha, cuando ya me conoció y nos casamos, no dejó de ir a mis partidos y sufría peor que hincha. Luego iba con mis hijos y cuando viajábamos de un lado a otro lado íbamos con ellos. Tengo recuerdos lindos”, dice el crack que colgó los cachos y se fue a su Tarija.

Maritza sonríe cuando la nombra. Habla y le mira: “La alegría más grande ha sido ese partido contra River, cuatro goles has hecho y uno te han anulado”. Mientras recuerda le regala una mirada cómplice, como si ella fuera la jugadora que hace mucho le acompaña en la cancha de la vida. Es quien está en las buenas y en las malas.

Añade: “Sufrí tanto cuando él falló un penal en Argentina. Cuando estábamos por pasar a otra fase. Fue con Newell’s”. Fue el 14 de septiembre de 1988, el club de Rosario eliminó a Bolívar en la ruleta rusa de los penales.

Vuelta a casa

Un amigo salteñero de Fernando estaba loco por conocer Tarija y el goleador lo recibió en su casa. Hicieron salteñas y Maritza decidió hacerse emprendedora.

Aquello sucedió casi 14 años atrás. Uno de los hijos del goleador se encargó de hacer crecer el negocio y en la actualidad son siete las sucursales de Nanos.

La familia suele reunirse en la casa grande. Tal y como lo hizo el viernes, cuando el hábil fotógrafo Edwin Chambilla los citó para una sesión. Ante la cámara, el sonriente 9 de Bolívar mostró su mejor gol: una familia unida.

 

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