Envuelto en una manta, descalzo y amarrado a una camilla con unas correas. Así fue trasladado el dirigente cocalero César Apaza al penal de Chonchocoro de La Paz, donde cumple detención preventiva por un proceso por la quema de una sede cocalera paralela.
El pasado 14 de febrero sufrió una embolia y fue trasladado hasta el Hospital de Clínicas, donde fue atendido y actualmente recibía un tratamiento de fisioterapia.
Según sus familiares, aún faltaban 10 sesiones, pero una junta médica decidió dar de alta al dirigente y, de inmediato, Régimen Penitenciario dispuso su retorno al penal de “máxima seguridad”.
Ciertamente esta dependencia del Estado cumplió la norma, pero queda en duda si la decisión de la junta médica es la más acertada para un paciente que se encontraba en proceso de recuperación de una afección tan compleja que sufrió hace apenas un mes.
Estar recluido en este centro penitenciario ya representa un nivel de inseguridad (el mes pasado hallaron a dos reos muertos) y permanecer postrado en una camilla es mucho riesgoso. Es lamentable el trato que recibe Apaza.
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