También fracasó la guerra antidrogas de Bolivia

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En coincidencia con el presidente de Colombia, Gustavo Petro, el mandatario boliviano, Luis Arce, ha señalado en la Asamblea General de la ONU que “la guerra contra las drogas, principalmente aquella desatada por Estados Unidos, ha fracasado”.

Por el contrario, ha propuesto la regionalización de la lucha antinarcóticos, para lo que sugirió un modelo coordinado con Colombia y Perú, los otros dos países productores de coca. Incluso, ha puesto como ejemplo “la política soberana” de lucha contra el narcotráfico de Bolivia que, según dijo, ha dado importantes resultados.

Hay que recordar que el año 2008, el entonces presidente Evo Morales expulsó de Bolivia a la agencia estadounidense contra las drogas (DEA) y desde entonces Bolivia gestiona esta tarea de forma autónoma, pero con apoyo de la comunidad internacional.

Para nadie es un secreto que la guerra contra las drogas emprendida por Estados Unidos es un fracaso porque lejos de desincentivar la actividad ilícita, la alienta, generando más violencia y proliferación de mafias dedicadas al tráfico de las sustancias ilícitas.

Sin embargo, es pretencioso, por no decir falso, que el modelo boliviano contra las drogas sea exitoso y que pueda servir como paradigma para el resto del mundo, pues a diario somos testigos de que por aquí también está instalado el fracaso.

Prueba de ello es que la Policía ha sido permeada por los narcotraficantes, que los ricos inexplicables matan policías a sangre fría, que las avionetas que transportan droga van y vienen sin control por el cielo boliviano, que los parques nacionales han sido invadidos por fabricantes de cocaína y que más del 90% de producción de coca del Chapare se destina a esta actividad ilícita.

Un poco de autocrítica y sinceramiento le vendría bien al presidente Luis Arce que ha incurrido, también en Nueva York, en otros mensajes por demás cuestionables. Por ejemplo, durante una conferencia de prensa posterior a su intervención ha señalado que “en Bolivia no existe ningún tipo de supeditación de la justicia” y que “hay muchos organismos internacionales que hacen declaraciones que no están suficientemente informados”.

De esta forma ha querido borrar lo que todos en Bolivia saben, que la justicia obedece a los gobernantes de turno. No sólo eso, sino que ha puesto en duda informes de instituciones tan serias como la propia Naciones Unidas, el GIEI, entre otras.

Pero, los mensajes también se dan con imágenes y la foto de Arce reunido con el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, dice mucho más que su retórica ante la Asamblea, en la que demandó al mundo declarar el decenio de la despatriarcalización poniendo otra vez como ejemplo a Bolivia en su lucha contra la violencia hacia las mujeres. Hay que recordar que Irán vive horas oscuras debido a la muerte a manos de la Policía de una joven de 22 años, Mahsa Amini, quien fue detenida por llevar mal puesto el velo islámico. Pero no, Arce prefiere mirar la violencia que, según sus palabras, provoca el capitalismo, pero no aquella violencia estatal y sistémica de regímenes como el de Irán.

Durante su discurso ante la ONU, Arce ha lanzado 14 planteamientos, que van desde el utópico pedido de declarar al mundo como zona de paz hasta la reafirmación de que el litio es solamente boliviano, sin que nadie haya dicho lo contrario.

Respecto al primero de estos puntos, Arce fijó posición en favor de la paz y el diálogo entre naciones, en referencia a Rusia y Ucrania, para que termine la contienda, sin embargo, su gobierno ha votado en organismos internacionales en abstención cuando se trataba de condenar el ataque ruso a Ucrania.

Lo del litio más parece un mensaje para los bolivianos que han visto fracasar el proyecto empezado por el expresidente Evo Morales y que ahora cifran esperanzas en una nueva tecnología para explotar el litio, pero en alianza con empresas transnacionales, lo que demuestra también la incongruencia entre la retórica y los hechos.

Arce ya está de regreso en Bolivia, pero aún resuenan sus buenas intenciones que en nada coinciden con la realidad y que muestran a un presidente que dice una cosa y hace exactamente lo contrario.

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