Las celebraciones por los 14 años del Estado Plurinacional de Bolivia no dejaron nada que desear. Hubo desfile con delegaciones de todo el país y concierto con más de una decena de grupos musicales. También hubo rituales y, en la Casa Grande del Pueblo, presencia de representantes de los más importantes movimientos sociales.
Fue en ese ambiente de regocijo que las principales autoridades del país dieron sendos discursos, en los que, entre otras cosas, admitieron que el Estado Plurinacional no está del todo afianzado. El presidente Luis Arce dijo que se avanza “a paso firme para consolidar” y el vicepresidente David Choquehuanca que “está en pleno proceso de construcción”.
Arce se dirigió al país durante 48 minutos, en los que convocó a fortalecer el Estado Plurinacional e hizo un recuento de los logros económicos del país con su gestión: “Hoy, pese a un contexto internacional adverso y producto de las políticas implementadas en el marco de nuestro modelo económico orientadas a la reconstrucción económica y reproductiva, registramos una cifra de crecimiento positiva del 6,1% en 2021 y para fines de 2022 hemos llegado cerca al 4%”, dijo y resaltó que la política de industrialización con sustitución de importaciones “cambiará la historia” de Bolivia.
Sin embargo, lejos de los petardos y la algarabía, esta celebración se dio en un clima de tensión dentro del MAS. Luego de los reclamos, primero por no invitar a Evo Morales, y luego por hacerlo a última hora, la tensión era evidente. El expresidente conmemoró la fecha en Argentina, desde donde se refirió a la improvisación de “un proyecto político renovador de la derecha” (en clara alusión a los aprestos de los renovadores/arcistas de su partido), y llamó a defender la unidad y convicción ideológica del MAS-IPSP.
Tanto Arce como Choquehuanca evitaron referirse a la confrontación interna del MAS, aunque el Vicepresidente fue algo más explícito sobre el clima político, al sostener que vivimos momentos de “oscurantismo”, donde algunos manejan el miedo y la división para generar caos y conflictos en el país.
Fue, en todo rigor, un festejo controlado, en el que el guion estaba escrito para resaltar lo conveniente y obviar lo incómodo.
Arce y Choquehuanca llamaron a la unidad y a defender la patria “por encima de todo cálculo político, partidario o de grupo”, sin hacer alusión a la situación de crispación con Santa Cruz, la región más importante en población y en participación económica, que se encuentra en protesta por la detención de su gobernador, Luis Fernando Camacho, en la cárcel de Chonchocoro.
El arcismo pretendía demostrar que no tenía pacto alguno por la impunidad –como le achacaron desde el evismo-, y los festejos del 22 de enero, con Camacho encarcelado y negado de la posibilidad de defenderse en libertad, fueron oportunos para ello.
Arce no hizo referencia a la crisis de la justicia, tampoco se comprometió a nada para mejorarla. Pero, no fue solo ésta la omisión: como estamos acostumbrados desde los tiempos de Evo Morales, se lanzaron cifras sin el debido contexto, mostrando una economía de bonanza que no tiene su correlato en la vida diaria de la mayoría de los bolivianos.
No se mencionó para nada que los indicadores que mostramos tienen por detrás problemas que se agudizan como la millonaria subvención a los carburantes, que por supuesto ha frenado la inflación pero a costa de un abultado gasto y pérdida de reservas.
Las restricciones a la exportación, principalmente por el tipo de cambio, que favorece la internación de todo tipo de productos y el crecimiento del contrabando.
Sí, se abre la esperanza de la explotación del litio, pero es muy temprano para cantar victoria, pues se sabe muy poco de las condiciones de la misma y por lo que han anunciado los expertos, esta no se compara en ingresos a la exportación de gas, que está en franco declive.
De modo que han sido discursos para reafirmar la fe de los convencidos y las incertidumbres del resto de los bolivianos. Llamar a la unidad sin convicción y sin una firme decisión de emprender reformas en serio de la justicia, no es más que retórica. Como lo es hablar de las bondades de una economía que sí nos da estabilidad, pero no ofrece respuestas a los desafíos que ya se presentan.
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