No es extraño escuchar a algunas mujeres decir “ya no puedo, he luchado tanto y no logré ser madre” o “estoy agotada de tanto esfuerzo en vano”. Sin embargo, otras no se rinden, luchan, son perseverantes y logran tener a “su milagro”: su bebé. Página Siete cuenta la historia de dos mujeres que gracias a su decisión, a su espera y a la ciencia son madres.
Micaela Murillo es una de ellas, quien luchó bastante por tener a sus dos niñas que ahora tienen cuatro años y seis meses de nacida. Ella aseguró que tener a sus dos nenas fue “una lucha de muchos años. Muchísimos, realmente es un milagro”.
Aseguró que ambas niñas llegaron a su vida gracias a Dios, a la ciencia y a las manos de sus doctores Luciano Gutiérrez y su hijo Luciano Gutiérrez Pérez, quienes fueron los artífices del tratamiento de congelamiento de embrión, el cual implica quitar el óvulo de la mujer y el espermatozoide del varón, unirlos y una vez que se forme un embrión, congelarlo hasta que la pareja decida estar preparada para tener a su bebé.
Pero ésta no es la única historia. Magaly, también es otra de las mujeres que logró ser mamá luego de vencer muchos obstáculos, que van desde la pérdida de su bebé y de su útero.
“Creía que no podría tener un hijo, pero el doctor me dio una esperanza”, dijo. Accedió al tratamiento de vientre subrogado. Es decir, que el óvulo de Magaly y el espermatozoide de su pareja se unieron y formaron un embrión, el cual lo colocaron en el vientre de una persona ajena, para que lleve el embarazo. De ese tratamiento nacieron dos bebés que ahora están en brazos de Magaly, quienes son el más grande milagro de ella y su pareja. La historia de ambas refleja el amor infinito de una mamá y Página Siete quiere rendir un homenaje a ellas y a las mujeres por el Día de la Madre que se celebra este sábado en Bolivia.
Magaly: “Tuve a mis niños después de seis años de lucha, nacieron de vientre subrogado”
Hace 10 años, Magaly vivió un momento trágico, pues el embarazo que llevaba se complicó y perdió a su bebé, tuvo una hemorragia y lamentablemente no paraba. Su médico de cabecera no la ayudó y lastimosamente volvieron a ingresarla a quirófano. Ahí le sacaron el útero y debido a la cirugía afectaron un nervio que provocó que no tenga movimiento en su pierna.
“En ese momento, lloré”, dice, aunque no perdió la esperanza de ser mamá. Se armó de valor, hizo fisioterapia y gracias a su propio esfuerzo logró volver a caminar.
Para ella y su esposo fue una frustración, por eso esperaron seis años para buscar un médico y lograr que además de darles la confianza les den la esperanza de ser padres. Hallaron a Luciano Gutiérrez. “Ahí, el doctor nos dijo que la única alternativa era el vientre subrogado, eso significa que tendrían mi óvulo y el espermatozoide de mi esposo para que ambos formen un embrión y éste lo implanten en el útero de otra mujer. Nos consultó que si queriamos con nuestros genes y le dijimos que sí”.
El plan arrancó y la esperanza volvió a la vida de la pareja. “Nosotros teníamos que elegir a la persona que prestaría el útero porque como no está legalizado en Bolivia, era un poco complicado”. Así fue, lograron encontrar a una persona de su entera confianza y se inició toda la travesía. Después de tener los embriones congelados, hicieron una primera prueba, pero no resultó y aunque ella se desanimó, su esposo la ayudó a no perder la fe. “Al segundo intento, dio positivo y dijeron que eran dos bebés, quedamos felices”.
Obviamente, la pareja corría con todos los gastos, el contacto fue muy cercano con ella, al punto de que la mujer iba algunas veces a dormir a su casa y otras la pareja iba a la de ella. Por lo tanto, los antojos y los malestares fueron parte de todo el proceso. “Se antojaba torta y mi esposo corría por ella, al igual que por las frituras y frutas que era lo que se antojaba también. Era como un embarazo normal, pero de tres”.
El embarazo fue complicado. Como eran dos bebés, uno se subía a las costillas, le lastimaba, se hinchaban sus pies, razón por la que les dieron fecha para el parto, el cual estaba programado para un día después del cumpleaños de su esposo, pero se adelantó y nacieron el mismo día. “Me llamó y me dijo que se había roto la bolsa, por eso el doctor hizo la cesárea”.
Ella recuerda que se pusieron muy nerviosos, corrieron a la clínica y entraron a quirófano. “Fue tal nuestros nervios que mi esposo debía filmar y no había grabado nada. Él cortó el cordón”, cuenta emocionada, mientras su voz se entrecorta.
“Todo fue un milagro”. Primero nació la niña y luego el varón. “Nosotros confiamos en Dios y él nos mostró su misericordia”. Recordó que ellos vieron cómo los limpiaban, medían y pesaban. “Son unos angelitos”, dijo. Recuerda que con todo el ajetreo y la emoción olvidaron salir a informar a su familia que esperaba más de una hora afuera. Hoy los bebés ya tienen mes y medio de vida y sus padres no terminan de agradecer.
La mujer que les ayudó, salió del hospital y continuó con su vida, pero hace poco los visitó y conoció a los niños. Ella lloró al verlos, pero en todo momento ha estado consciente de la ayuda.
Micaela: “Logré embarazarme en dos oportunidades y ser madre tras congelar embriones”
A Micaela Molina le diagnosticaron una falla ovárica temprana a los 30 años, es decir que tenía problemas para producir óvulos; por tanto, no podía embarazarse. Al conocer su diagnóstico, no se dio por vencida y visitó a muchos médicos para que la ayuden, porque deseaba ser mamá. Pero nadie le daba esperanzas. “Luchamos tres años”, precisa.
De por medio se le presentó un precáncer de cuello del útero y eso complicó su panorama. “Me dijeron que no me podía embarazar ni con tratamiento in vitro y que era candidata a donación de óvulos”. Así llegó donde el doctor Luciano Gutiérrez, quien le devolvió la esperanza y le asesoró para embarazarse.
“Gracias a su paciencia me hicieron varias recolecciones de óvulos en varios momentos y ciclos”, relató. Los médicos juntaron sus óvulos con los espermatozoides de su esposo y lograron congelar cinco embriones.
En 2019, le pusieron dos embriones y quedó embarazada. “Los dos me pusieron, era una pareja, pero tenía embarazo de alto riesgo y a las nueve semanas perdí a un bebé”.
Recuerda que en ese momento estuvo complicada su gestación y por eso casi pierde a su segunda bebé, razón por la que tuvo que estar casi cuatro meses en revisiones médicas y en reposo. “Fue de muy alto riesgo, pero gracias a Dios, el 1 de agosto nació mi primogénita”, cuenta.
La bebita nació de 38 semanas, pesaba 2,7 kilos y estaba completamente sanita. “Fue un milagro”, dice su mamá.
Ya cuando la pequeña tuvo dos años, ella y su pareja se animaron a tener a su segundo bebé. “Como teníamos tres embriones congelados…”. Sin embargo, en ese momento ya pasaba por un proceso de menopausia temprana e incluso con tratamientos de reemplazo de hormonas. “Consultamos al doctor Luciano y nos dijo que ése era el momento”.
Recuerda que en el primer intento el embrión logró prenderse, pero lo perdió. “Fue muy temprano el tratamiento, por eso esperamos dos meses para volver a intentar. Nos quedaron dos embriones, y no queríamos usarlos los dos por miedo a que salgan mellizos, pero el doctor nos animó hasta el último momento. Ya en el último minuto decidimos que me coloquen los dos, sólo uno se prendió y quedé embarazada”.
Con lágrimas relató que todo el proceso fue de alto riesgo. “Casi la pierdo en dos oportunidades, tenía placenta baja, piedras en el riñón y por eso a las 28 semanas tuve que estar en reposo, me operaron. Fue un desafio, por eso tuve que tenerla a las 33 semanas. Mi pequeña nació prematura, sanita, pero entró a incubadora porque todavía debía ganar peso, ya que pesaba menos de dos kilos”, afirma.
Hoy la bebé tiene seis meses de vida y Micaela asegura que ahora es mamá de “dos hermosos milagros”.
Ella dice que tener una wawa con tantos obstáculos es realmente “un sueño hecho realidad”, porque una mujer es madre de otra manera y además entrega tanto cariño y amor a sus hijos porque les has esperado tanto que no hay nada igual. “Es una bendición tenerlas, gracias a esos tratamientos médicos”.
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